Céfiro y la dama del laberinto

¿No eres tú la encarnación de aquella a quien Teseo abandonó? ¿Acaso aquel que tuvo el privilegio de conocerte no debería haber sido devorado por el Minotauro?

Pero escucha, oh dama, la voz de quien, sin que lo sepas, te rescató del laberinto, aquel que amablemente te mostró el hilo que condujo a tu liberación.

Fue entonces, en ese día memorable, después de obtener tu anhelado consentimiento, cuando Céfiro, con pura benevolencia, trajo consigo un viento cálido y suave, impregnado del dulce aroma de las rosas. En ese momento, una corte de seres divinos, entre ellos ninfas y musas, te coronaron con laureles, mientras la presencia olímpica observaba cómo se fusionaban en un éxtasis indescriptible.

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